El violinista Miguel Colom, el cellista Fernando Arias y el pianista Juan Pérez.

El violinista Miguel Colom, el cellista Fernando Arias y el pianista Juan Pérez.

La tribuna

Sublime héroe

Alicante
2 mayo, 2024 06:05

El concierto del pasado domingo 21 de abril en el auditorio de Alicante estuvo íntegramente dedicado a la figura y música del gran Beethoven, compositor por el que, sobradamente es sabido, el director titular de la formación orquestal ADDA Sinfónica siente profunda admiración y reverencial respeto.

Como suele ser habitual en su particular y personalísima visión a la hora de programar, en esta ocasión se eligieron dos grandes obras del maestro renano que fueron compuestas simultáneamente y, por tanto, estrechamente interrelacionadas con la grave crisis existencial que sufrió el compositor y cuya superación dio como fruto la búsqueda y experimentación de un nuevo y personal estilo que marcaría el desarrollo del género sinfónico y las nuevas corrientes de la música del siglo XIX.

En la primera parte se abordó el "Triple concierto para violín, violoncello y piano" Op.56 a cargo del Trío Vibrart, integrado por el violinista Miguel Colom, el cellista Fernando Arias, y el pianista Juan Pérez Floristán, que dieron una magistral lección de técnica interpretativa de absoluta observancia y respeto a la partitura, además de proyectar una sonoridad grupal perfectamente ensamblada, de gran empaste armónico, pero, a su vez, sin perder el marcado sello distintivo individual que poseen cada uno de los integrantes.

[Un extraterrestre en el ADDA]

No es esta pieza de frecuente programa y por ello, reunió a numeroso público, en especial a músicos de toda la provincia, deseosos de escucharla en concierto por tan eximios intérpretes. Y la opinión fue unánime, tanto la del público aficionado como la de los profesionales: "la calidad de la interpretación superó con creces las enormes expectativas que de antemano se esperaban". Magníficos los solistas, pero igualmente excelsa la orquesta que arropó, contribuyó y dejó brillar en el firmamento a las rutilantes estrellas.

Tras el descanso necesario para apagar los ecos de vítores y aplausos, y templar el ánimo adecuadamente para abordar con la requerida concentración y seriedad la siguiente obra, volvió el silencio sepulcral al patio de butacas en atenta espera ante una de las grandes obras que dio Beethoven a la Humanidad.

La Tercera Sinfonía, "Eroica", significó la "revolución más trascendental operada en la historia de la Música, y no sólo revolucionó el espectro sinfónico, sino que, con ella invocó y desencadenó las fuerzas oscuras y caóticas del sonido" (R. Strauss).

No fue ésta la primera ocasión en la que el maestro Josep Vicent se enfrenta a la titánica Sinfonía, y quizás debido a ello, a conocer por experiencia la inmensa complejidad y alambicada significación filosófica y espiritual que esconden sus notas, salió al escenario profundamente concienciado de la gran responsabilidad que cargaba en su batuta.

No se trataba exclusivamente de aplicar la técnica de dirección o su talento musical para una correcta, incluso exquisita y fidedigna versión. La auténtica misión de un músico empieza por intentar descifrar el trasfondo espiritual que el compositor plasmó en sus heterogéneas combinaciones rítmico-melódicas, para después poder proyectar sonoramente todo su significado extramusical. Y en este aspecto el maestro demuestra en todas y cada una de sus interpretaciones la preocupación y el ingente trabajo que realiza para lograr este objetivo.

Podemos afirmar que, técnicamente se oyó un Beethoven que sonó a Beethoven con limpieza y esto significa por momentos, crudo y por momentos, confuso. Pero, exceptuando un mínimo desajuste de distancia vertical entre los cellos y los primeros violines al comienzo de la obra, cosa que por otra parte suele ser de lo más frecuente, lograron solventarlo sin consecuencias, percibiéndose una total sincronización rítmica, empaste sonoro y una conjunta pulsión interna durante la totalidad de la obra.

La Eroica es, a pesar de su grandiosidad, una música tremendamente humana, que habla de sueños, de anhelos, pero también de debilidad, de lucha y de muerte. Por eso nunca pierde vigencia, ya que, en definitiva, habla de pasiones y las pasiones humanas son las mismas y conservan idénticas incongruencias en todos los tiempos.

De ahí que su interpretación resulte tan comprometedora, porque, además y ante todo, el mensaje de esta sinfonía habla de "esperanza" y si algo es harto difícil de alcanzar y lo alcanzó el sonido triunfalista de ADDA Sinfónica en el cuarto movimiento, bajo una batuta insuflando su poderosa energía, es que el público saliera del auditorio henchido de gozo y esperanza.

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